A pesar que en el «Primer Mundo Occidental» las necesidades fundamentales están cubiertas, parece que el espíritu de autocomplacencia nunca nos abandona. En una sociedad donde se potencia más que nunca el individualismo, la moda ha pasado a ser una colaboradora inmediata de nuestros deseos y proyecciones.
En palabras de Roland Barther (1), la moda se convierte «en el espectáculo que los hombres se dan a sí mismos del poder que tienen para hacer significar lo insignificante».
Por lo tanto, hoy la moda representa un poder hedonista invariable desde el siglo XIV en adelante, donde el placer por reforzar las manifestaciones del «Yo» ha sido y seguirá siendo una constante. Ni estos momentos donde la crisis del COVID-19 ha hecho tambalear nuestros cimientos, esto ha cambiado lo más mínimo.
Hoy en día la moda tiene un mayor marco referencial y una puesta en escena en una sociedad opulenta, donde la moda tiene su supervivencia asegurada. La única excepción son las sociedades cuya prioritaria preocupación es dicha supervivencia.
(1) Roland Barther (Cherburgo, 1915 – París, 1980). Filósofo escritor, ensayista y semiólogo.
